Testimonio
de un obrero sobre el 17 de octubre de 1945.
Fuente: Relato testimonial de Sebastián Borro, un obrero que participó de la jornada aquel 17 de
octubre, aparecido en La Opinión Cultural el 15 de octubre de 1972.
El 17 de octubre de
1945 me encuentra cumpliendo tareas en un establecimiento metalúrgico ubicado
en Constitución, sobre las calles Luis Sáenz Peña y Pedro Echagüe. Yo tenía
entonces 24 años de edad. Mi oficio era oficial tornero mecánico… En la mañana
del 17 de octubre, aproximadamente a las 9, grupos de personas venían desde
Avellaneda y Lanús avanzando hacia el centro de la ciudad. Pasaron por la calle
Sáenz Peña, observaron que había un taller mecánico (donde trabajaban 130
personas) se acercaron a nosotros y nos dijeron: “Muchachos hay que parar el
taller, hay que salir a la calle a rescatar a Perón”.
Las noticias que
teníamos en ese momento eran que Perón estaba detenido y que todo lo que se
hacía era para rescatarlo. Efectivamente, el taller paró y la gente salió a la
calle. Algunos fueron a sus casas. Pero la gran mayoría siguió con los
compañeros que venían del sur. Fuimos caminando hacia Plaza de Mayo y habremos
llegado aproximadamente a las once y media, porque en el camino íbamos parando
los diversos establecimientos de la industria metalúrgica y maderera que había
por Constitución.
A esa hora no había
tanta gente como la que hubo por la tarde, que cubrió toda la Plaza. En la
marcha hacia allí se pintaban sobre los coches, con cal, leyendas como
“Queremos a Perón”. También sobre los tranvías. La gente se paraba y
reaccionaba a favor de la manifestación que iba a Plaza de Mayo para tratar de
cumplir con la idea que tenían los que habían organizado eso. Perón había
aplicado leyes nuevas y otras las había ampliado: pago doble por indemnización,
preaviso, pago de las ausencias por enfermedad. Eran cosas que antes no se
cumplían; hasta ese momento, donde yo trabajaba, no se cumplía ninguna de esas
leyes. Le voy a decir más: creo que pocos días antes de su detención, Perón
había conseguido un decreto por el que se debían pagar al trabajador los días
festivos: 1º de mayo, 12 de octubre, 9 de julio, etcétera. Recuerdo que uno de
los patrones nos dijo entonces: vayan a cobrarle a Perón el 12 de octubre (ya
estaba detenido). Después del 17 de octubre cobramos ése y muchos días más.
Llegamos a la Plaza;
cada vez se hacía más entusiasta; había alegría, fervor. Frente a la Casa
Rosada empezaron a armar los altavoces. Hablaron distintas personas, el coronel
Mercante, Colom, que fue uno de los últimos oradores. Trataban de ir calmando a
la gente: por cada intervención de los oradores, la reacción era más fervorosa
a favor de Perón. Se decía que venían trabajadores del interior del país. No lo
puedo probar. Recuerdo, sí, que era una tarde muy calurosa y la gente se descalzaba
y ponía los pies en las fuentes, muchos por haber caminado tanto. Concretamente
lo que yo presencié era la gente que venía del sur. Berisso, Avellaneda, Lanús,
Lomas de Zamora. A medida que crecía la cantidad, en la Plaza de Mayo aparecían
los carteles. Por primera vez yo observaba algo igual: nunca había visto una
asamblea tan extraordinaria. Cuando el coronel Perón apareció en los balcones
sentí temblar a la Plaza. Fue un griterío extraordinario que nos emocionó de
tal manera. Todo parecía venirse abajo.
Unos días antes se
decía que Perón estaba gravemente enfermo. Por los parlantes se había anunciado
que el coronel Perón se encontraba bien de salud y que estaba en el Hospital
Militar. En un momento, Colom dijo, más o menos: “Quédense que vamos a traer a
Perón”. Mucha gente gritaba por Perón –quizá por primera vez- sin tener todavía
conciencia clara de su actividad. Porque, además, la gran prensa trataba de
desvirtuar la figura de Perón. La gente se enteraba a través de los delegados o
los activistas pero no por la prensa, que casi en su totalidad estaba en
contra. Aunque él había hablado en distintas oportunidades desde la Secretaría
de Trabajo. Y se había hecho carne que era un auténtico defensor de los
derechos del trabajador.
Nos causó mucho dolor
saber que lo habían detenido pero –en lo que respecta a mí y a un grupo de
compañeros- sinceramente nos considerábamos impotentes, porque recién estábamos
despertando, después de muchos años, en el país. Para otros –quizá- con
anterioridad, pero a partir de ese 17 de octubre despierta la conciencia para
nosotros. Se hace carne que al pueblo tiene que respetársele como tal, cosa que
Perón proclamaba diariamente. De ahí que, si bien nos sentíamos impotentes,
podíamos hacer algo: sacar a Perón de las garras de la oligarquía y colocarlo
en el lugar que correspondía para que sea permanente una auténtica justicia. Es
decir, ese idealismo que teníamos nunca lo habíamos vivido en el país. No creí
que iba a haber tanta gente en la Plaza; lo que sí pensaba era que el
agradecimiento del pueblo a Perón tenía que ser auténtico. Pero yo no conocía
la reacción de la gente, hasta que la viví.
SECRETARIA DE PRENSA
CTA MATANZA