Se vio el proceso de agotamiento de la CGT, entregada a las políticas del menemismo. Ese fue el punto límite para nosotros. Nosotros habíamos hecho una apuesta muy grande a lo que fue la CGT con Ubaldini. De hecho, la CTERA entró en la CGT en la época de Ubaldini. Fue el único gremio nacional grande que se mantuvo fuera de la CGT. Pero en la época de las huelgas con Ubaldini agruparon a un sector de gremios con tradición más combativa, muchos de ellos trabajadores del Estado. Pero en el momento de la defección de la CGT, cuando prácticamente se entrega a las políticas del menemismo y después del congreso del Teatro San Martín, a principios de los 90, se produce una grieta profunda. Hay una embestida contra Ubaldini y queda como una especie de entablillado en la CGT. Y eso dura poco. Enseguida se da una escisión de la que sale la Central de Trabajadores de la Argentina, que en ese momento era Congreso de los Trabajadores de la Argentina, por un lado, y por el otro, el espacio que lidera Moyano y Palacios que se conoce como el MTA, Movimiento de Trabajadores Argentinos.
Desde el 91, ¿cómo creció la CTA?
La base fuero los grandes gremios del Estado como ATE y CTERA. Después ganamos el apoyo de algunos gremios de los servicios y de la producción. Pero esa base de los gremios iniciales se enriqueció con el aporte de las organizaciones sociales.
Esa característica la CGT no la tiene. ¿Cuándo se decide incorporar a las organizaciones sociales?
Fue un debate que acompañó todo el período de fundación de la Central. Ya desde el principio estaba esa idea. Incorporar a los movimientos sociales y a los nuevos sujetos que surgían de la destrucción del trabajo. Nosotros decíamos el desocupado, el sub-ocupado, el cuentapropista, el jubilado, el trabajador inmigrante, ellos, todos, son parte de la clase trabajadora. Había que redefinir a la clase trabajadora a partir de ese nuevo contexto político, esa picadora de carne que fue el neoliberalismo. Entonces si solamente en la Argentina tenemos respuestas para los trabajadores que formales, que tienen empleo en blanco y tienen gremio, evidentemente dejamos a más de la mitad de los trabajadores afuera. Esa es la novedad que introduce la CTA. Y por eso se vincula con los movimientos piqueteros, las puebladas, con esas formas de lucha típicas de finales de los 90, y que le dieron a la CTA la posibilidad de protagonizar el proceso de agrietamiento del modelo neoliberal. Ahí la CTA tuvo la ductilidad que no tenía la CGT.
O sea que ustedes ya en 1991 veían que el modelo económico generaba exclusión.
Sí, porque empezaron las políticas de privatización. Tuvimos focos de conflicto muy fuertes. Por ejemplo, el de los telefónicos. Cuando se privatizan los teléfonos hubo un gremio, FOETRA, que dio una pelea muy dura. Y la verdad es que no tuvimos la capacidad de rodearlo de solidaridad activa y quedaron los compañeros solos, aislados. En otros gremios, como en SUTER, los trabajadores fueron rehenes de una cúpula que pactó con el gobierno menemista… La privatización de YPF, la privatización de los ferrocarriles, bueno, cada gremio con su particularidad, pero todos se dieron en el marco de una política que terminó generando un tendal de desocupados, y por el otro lado, una gran derrota en términos de lo que era la mística y la capacidad de resistencia de los sectores populares y la clase trabajadoras. Hubo una pérdida de banderas de los sectores vinculados al peronismo. Y quedaba esa gente en el medio del desierto, fuera de la actividad política, fuera de la actividad gremial, todo ese ejército de desarrapados que deambulaba como zombis, sin rumbo, en plena década del 90. Ahí la clase trabajadora deja de ser la clase trabajadora orgánica que tiene trabajo fijo y sindicato, y empieza a ser la clase trabajadora que está en los barrios, que está en los bordes del sistema, y ahí viene la relación con el movimiento piquetero y la idea de la filiación individual.
¿Cuántos afiliados tiene hoy la CTA?
La CTA tiene aproximadamente, en este momento, 1.350.000 afiliados en todo el país. De los cuales el 60% corresponden a organizaciones tradicionales de tipo sindical y el 40% lo aportan otras formas de afiliación, la afiliación individual o de organizaciones sociales.
A diferencia de lo que sucede en la CGT, y como continuación de la política de afiliación individual, las autoridades de la CTA se eligen mediante voto directo. ¿Qué ventajas ven ustedes en esto?
Nosotros dimos un golpe de timón fuerte, abrupto, a lo que era las tradicionales formas electivas de la CGT, que son siempre formas indirectas, donde existe una suerte de alambique que va destilando la voluntad del trabajador. Y cuando se llega al final no es la voluntad del trabajador sino simplemente el pacto o el acuerdo por las transas que se hacen la mayoría de las veces a nivel de las comisiones sindicales. Lo que se intentó con el voto directo del afiliado es romper con todo eso, que le ponía límite a la posibilidad de la participación y a la voluntad directa de los trabajadores. En la CTA, entonces, se elige por voto directo y secreto desde el delegado de fábrica hasta el compañero que ocupa el cargo de secretario general a nivel nacional. Esto le dio a la CTA una legitimidad muy fuerte frente a la sociedad.
¿Cómo ve el proceso político hoy? ¿Cómo ve a la CTA dentro de ese proceso?
Lo que vivimos hoy en la Argentina no se puede divorciar de lo que vivimos a nivel de la región. Creo que en América hay en este momento dos claros frentes, los gobiernos que están alineados, en relación bilateral, en cuclillas, con los Estados Unidos de Norteamérica, y los gobiernos que están intentando construir mayor margen de autonomía, mayor margen de decisión de políticas, en el contexto de lo que nosotros denominamos el intento de recrear un frente latinoamericano, de signo popular. Por supuesto, no es lo mismo Venezuela o Bolivia, que pertenecen al ALBA, que países como Uruguay, Brasil, mismo Argentina, o Nicaragua… Hay con todos sus matices y diferencias, hay un proceso por el cual se trata de recuperar una agenda social, que había sido absolutamente descartada en la década del 90. Estos países latinoamericanos, entonces, intentan generar posibilidades de integración que pone el acento en lo social y lo político. Es un tiempo de oportunidad en el que hay que profundizar la agenda distributiva, hay que profundizar la organización y la participación política. Este nuevo tiempo se reforzó cuando en el 2005 le dijimos no al ALCA. El ALCA le ponía punto final a todo este proceso de independencia latinoamericana. Ahí se marca una línea divisoria. Y nosotros somos parte de esa nueva construcción.
El 12 de mayo, Moyano hizo algunas declaraciones sobre la CTA a Clarín. Decía que había que pensar en la unidad, que no sabía si correspondía otra central de trabajadores más. De fondo lo que hacía era comentar el tema de la personería gremial. La pregunta obligada entonces es sobre la personería jurídica. ¿Por qué no le dan la personería a la CTA?
Porque es un modelo de sindicalismo que plantea la autonomía del poder económico, de los partidos que gobiernan, del Estado. Sí creemos en la unidad. Por eso cuando el grupo Vila Manzano empezó a despedir trabajadores en Rosario fuimos juntos a los gremios de la CGT a dar la pelea. Pero sobre todo debemos sostener y preservar la autonomía.
F: Enc.